Como te ven te tratan

Una abuela insistía a su nieta que cuidara tanto su presentación personal, como sus hábitos de puntualidad, disciplina, respeto a los demás y otros valores. “Recuerda que la gente te va a tratar siempre según interprete tu apariencia”, reiteraba. Esta enseñanza tan simple, suele ser olvidada por políticos, empresas y personas, que se lamentan del rechazo e indiferencia que reciben, luego de haber lapidado su propia imagen.

Si el Presidente de un país, por ejemplo, promulga unión, paz y honestidad, pero sus acciones denotan que en realidad fomenta la división, la coerción, la amenaza y la tolerancia a la corrupción, entonces no debe extrañarse de la desobediencia, rechazo y debacle de su popularidad. El divorcio entre discursos, decisiones y acciones, es el camino más corto hacia la pérdida de legitimidad, tan solo es cuestión de tiempo para que coseche el producto de su desgaste.

Por ello, los gobernantes deben tener sumo cuidado cuando se refieren a sus adversarios con términos descalificadores que podrían volcarse en su contra, pues como bien señala Hermann Hesse: “Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros.”

Si una empresa se vanagloria en público de la calidad de sus servicios o productos, y se aplaude a sí misma ante sus clientes actuales o potenciales, eleva exponencialmente la exigencia de éstos para que cumpla su promesa de valor. Si excede las expectativas, el premio será muy grande, pero si decepciona, los efectos pueden ser devastadores.  Por eso la medición de la imagen corporativa se ha convertido en una prioridad para empresas, cuyo negocio depende de la sólida confianza de sus clientes y de sus propios empleados, que son observadores en primera fila, de la autenticidad de lo pregonado.

Como persona, ¿ha notado que a veces la gente le trata según supone que usted es y no conforme a su realidad? Lo riesgoso es que casi nunca hay una segunda oportunidad para cambiar una primera mala impresión. Cada palabra que pronunciamos y cada gesto que exhibimos, van de inmediato al archivo con nuestros nombres que los demás tienen en su mente, allí se procesan y se reacciona, pero notemos que somos los iniciadores de tan delicado proceso. Las conductas visibles agregan o restan en la imagen que otros crean sobre nosotros. Por lo tanto, somos responsables, en buena parte, del trato que recibimos.

Mientras no se conozca lo interno, el pensamiento, o la filosofía de vida, el trato interpersonal tenderá a basarse en lo externo, en lo observable. De allí que gobiernos, organizaciones e individuos debemos reflexionar sobre la advertencia de la abuela de un modo y de J. W. Goethe así: “El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen.”

Tomado de German Retana